23 de diciembre de 2025
El TC2000 cerró su temporada 2025 con una definición abierta hasta la última bandera a cuadros. En un contexto marcado por la convivencia interna en Toyota, problemas técnicos, neumáticos al límite y una carrera más pensada que atacada, Matías Rossi logró su sexto título en la categoría y se convirtió en el primer campeón de la era SUV al mando del Toyota Corolla Cross GR-S del Toyota GAZOO Racing YPF INFINIA.
La consagración de Rossi no empezó el domingo ni con la largada de la final. Comenzó el sábado por la noche, cuando en el box de Toyota apareció un dato incómodo: un inconveniente en el sensor de aceite del motor del Corolla Cross del líder del campeonato.
En cualquier otro contexto, el cambio de motor habría sido automático. Pero no era un fin de semana más: última fecha, campeonato en juego y dos pilotos del mismo equipo -Rossi y Emiliano Stang- con chances reales de título. La categoría dejó la decisión en manos del equipo y Toyota eligió priorizar confiabilidad. El motor se cambió. Sin épica, pero con cálculo.
Darío Ramonda, responsable del equipo, resumió con claridad el clima interno: satisfacción por tener asegurados los campeonatos de marcas y de equipos, pero máxima atención por una definición entre compañeros. El único objetivo era que el título se resolviera en pista, sin interferencias ni injusticias deportivas.
Ese equilibrio -competencia interna sin romper el orden- fue uno de los ejes invisibles del fin de semana.

Para Matías Rossi, la noche previa no fue una más. La clasificación había mostrado a Franco Vivian un paso adelante y al Corolla Cross GR-S repitiendo un rendimiento sólido, aunque con sectores que no terminaban de cerrar. Pero el foco ya estaba en otro lado.
El planteo para el domingo fue tan claro como poco glamoroso: llegar. No había que ganar, no había que atacar. Había que ver la bandera a cuadros con el auto entero. El título no se jugaba en una maniobra, sino en la resistencia.

La carrera arrancó según lo esperado. Emiliano Stang largó desde la pole y tomó el liderazgo con una sola idea en la cabeza: ganar. No tenía alternativa. Todo lo demás dependía del resultado de Rossi.
El Misil, en cambio, largó con la calculadora encendida. Si Stang ganaba, él necesitaba terminar dentro de los diez. Largó tercero, pero perdió posiciones en el arranque frente a Leonel Pernía y luego ante Vivian, beneficiado por la inversión de grilla.
El campeonato todavía estaba vivo... hasta la cuarta vuelta.
Mientras lideraba, el Toyota de Stang comenzó a vibrar fuerte en la recta. Al frenar, el neumático delantero izquierdo se rompió de manera abrupta. Un golpe inesperado y cruel para el piloto de 20 años.
Pudo cambiar la goma y volver a pista. Con neumáticos en mejor estado que el resto, remontó hasta el cuarto lugar. Una recuperación valiosa, pero insuficiente para pelear el título.
El dato no fue aislado: la final estuvo marcada por múltiples roturas de neumáticos, en una combinación letal de calor intenso, asfalto abrasivo y la elevada carga aerodinámica de los SUV. La definición pasó a jugarse más por supervivencia que por velocidad pura.
Desde ese momento, Rossi corrió la carrera más incómoda del año. No contra rivales directos, sino contra la ansiedad. Cada neutralización era un alivio; cada relanzamiento, una amenaza.
Cuidó los neumáticos al extremo, buscó aire limpio y evitó cualquier roce. No fue una carrera vistosa, pero sí inteligente. Corrió lejos del espectáculo y cerca del campeonato.
Y funcionó.

Mientras Toyota administraba su propia tensión interna, Gabriel Ponce de León ejecutó la carrera perfecta para el contexto. Guardó neumáticos nuevos, convencido de que con esa carga aerodinámica "las gomas iban a sufrir" en Junín.
El problema de Stang le abrió aire limpio. Los relanzamientos le dieron margen. La última vuelta la hizo con confianza, sin vibraciones y con buen ritmo. Ganar en su casa, con su gente, fue un premio adicional.
Rossi cruzó la meta en el tercer lugar. Primero respiró. Después entendió. El campeonato estaba definido.
Reconoció haber sufrido hasta el final, especialmente por las constantes roturas de neumáticos, y agradeció al equipo y a su ingeniero Diego Bruna, con quien compartió cada decisión crítica del fin de semana.
Stang terminó cuarto. Golpeado, pero entero. Aceptó el resultado, felicitó a su compañero y confirmó su continuidad en Toyota para 2026. La revancha ya tiene fecha.

Con esta consagración, Matías Rossi alcanzó su sexto título en el TC2000 (2006, 2007, 2011, 2013, 2020 y 2025) y quedó a solo uno de igualar el récord histórico de Juan María Traverso.
Pero más allá de las estadísticas, Junín quedará en la historia como el escenario donde la era SUV tuvo a su primer campeón. No fue una consagración ruidosa ni espectacular. Fue una definición pensada, trabajada y resistida.
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