24 de diciembre de 2025
Canapino fue el piloto más efectivo del calendario argentino y eso pesó más que los logros internacionales de Franco Colapinto y Nicolás Cavigliasso. El premio no sorprende, pero vuelve a poner sobre la mesa cómo se jerarquizan los méritos deportivos en la Argentina.
El automovilismo argentino tuvo en 2025 un protagonista claro. Agustín Canapino volvió definitivamente al plano local tras su paso por la IndyCar y dominó como pocos lo habían hecho en los últimos años. Ganó campeonatos, acumuló triunfos y recuperó centralidad mediática. Para el voto del CPD, eso fue determinante.
El Olimpia de Oro no premió una proyección futura ni una gesta aislada: reconoció regularidad, volumen y cercanía. En ese terreno, Canapino jugó con ventaja.
El dato duro impresiona: tres campeonatos en una misma temporada. Pero no todos pesan igual.
Turismo Carretera: el título clave. Histórico, federal y el que define carreras en el país. Ganarlo siempre es relevante y no admite relativizaciones.
TC Pick-Up: categoría joven, con calendario concentrado y todavía lejos del peso simbólico del TC tradicional. Suma, pero no redefine trayectorias.
Tur Car 2000: especialidad de escasa historia y bajo impacto, utilizada como complemento de otros campeonatos nacionales.
Presentar este combo como una "Triple Corona" suena atractivo desde lo discursivo, pero resulta forzado. Dos de esos títulos no tienen el peso necesario para sostener esa etiqueta sin inflar el concepto.
Eso no invalida el año de Canapino. Al contrario: no necesita slogans. Ganó donde había que ganar, fue competitivo en todas las categorías en las que se subió -incluyendo TN APAT y Turismo Pista- y marcó una diferencia clara frente al resto del pelotón.
El contraste se vuelve más evidente al mirar a quién dejó atrás.
Franco Colapinto, único argentino en la Fórmula 1, transitó 2025 sin resultados destacados, en un contexto de desarrollo y aprendizaje más que de impacto deportivo.
Nicolás Cavigliasso logró algo objetivamente histórico: ganó el Dakar en Challenger y se consagró campeón mundial de rally-raid en el mismo año, un hecho inédito para el automovilismo argentino.
En términos de dificultad, contexto internacional y singularidad, lo de Cavigliasso es incomparable. Pero el Olimpia no pondera eso de manera prioritaria. Premia impacto local, continuidad y visibilidad inmediata. Y ahí, Canapino juega de local todos los fines de semana.
El Olimpia de Oro 2025 no es una injusticia. Es una fotografía bastante fiel del sistema de valoración deportiva actual. Muestra qué disciplinas pesan más, cuáles generan identificación directa y qué relatos resultan más simples de contar sin demasiadas capas de explicación.
Canapino fue el mejor del año en el automovilismo argentino. Ganó más que nadie, fue más regular que todos y sostuvo una presencia constante en el centro del escenario. En ese marco, el premio es coherente.
El problema aparece cuando se pierde el contexto. Cuando se igualan títulos desiguales o se simplifican trayectorias complejas para que entren en una lógica rápida y popular. Ahí, el Olimpia deja de medir exclusivamente rendimiento y empieza a funcionar como termómetro de visibilidad.
Reconocer estas tensiones no reduce el mérito del ganador. Al contrario: lo ubica en su justa dimensión. El verdadero valor del 2025 de Agustín Canapino no está en cómo se lo rotula ni en cuántas coronas se apilan en el título, sino en algo más concreto:
dominó el automovilismo argentino como nadie en la temporada.
Y eso, en el terreno donde se construye el relato deportivo local, sigue siendo determinante.
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