18 de diciembre de 2025
Comprar un auto usado no es una lotería, pero tampoco es un trámite simple. La diferencia entre una buena compra y un problema con ruedas suele estar en los detalles que muchos pasan por alto. Esta guía apunta a lo que realmente importa, sin romantizar el mercado ni repetir consejos vacíos.
El primer error común es creer que el precio publicado es el gasto final. En un usado, el valor real aparece después.
Además del monto de compra, hay que contemplar:
transferencia,
seguro,
mantenimiento inmediato,
y posibles arreglos ocultos que aparecen en los primeros meses.
Un auto barato con mantenimiento caro deja de ser barato muy rápido. Si el presupuesto es justo, conviene dejar un margen para imprevistos. No hacerlo es una de las causas más frecuentes de frustración post compra.
Antes de enamorarse de un modelo, conviene hacerse una pregunta incómoda: ¿para qué lo voy a usar realmente?
No es lo mismo:
ciudad que ruta,
uso diario que ocasional,
manejar solo que con familia.
Investigar confiabilidad, consumo real y costos de mantenimiento suele ser más útil que mirar equipamiento o estética. Algunos autos envejecen bien; otros, apenas salen de garantía, empiezan a pedir atención constante.

Un kilometraje bajo no garantiza nada si el mantenimiento fue malo. Por eso, revisar el historial del vehículo es clave.
Accidentes, reparaciones grandes o falta de servicios documentados son señales de alerta. No siempre implican descartar la compra, pero sí ajustar el precio o tomar recaudos.
Cuando el vendedor no puede explicar el pasado del auto, el riesgo pasa a ser del comprador.
Un auto puede verse impecable y esconder problemas caros. Pintura brillante y tapizado limpio no dicen nada sobre motor, caja o suspensión.
Revisar:
desgaste irregular,
ruidos extraños,
pérdidas de fluidos,
y funcionamiento general.
Si no tenés conocimientos técnicos, un mecánico de confianza no es opcional, es parte del proceso. Saltear este paso es una forma rápida de comprar problemas.

Manejar el auto no es solo para ver si te gusta. Es para detectar fallas.
Durante la prueba:
escuchá ruidos,
sentí vibraciones,
probá frenos y dirección,
evaluá respuesta del motor y la transmisión.
Un auto usado siempre tiene desgaste. La clave es identificar si ese desgaste es normal... o una advertencia.

Negociar no es pelear, es argumentar. Para eso hace falta información.
Conocer el valor de mercado del modelo y año evita pagar de más. Si el auto necesita arreglos, esos costos tienen que reflejarse en el precio final.
Aceptar "es normal en los usados" sin revisar números suele jugar en contra del comprador.
Por más bueno que sea el auto, sin documentación en regla no se compra.
Verificar:
titularidad,
inexistencia de deudas o gravámenes,
datos que coincidan con el vehículo real.
La transferencia y el seguro no son un detalle administrativo: son lo que te protege legalmente desde el primer día.

Cuando hay dudas, una inspección profesional puede ahorrar miles. Detectar un problema estructural o mecánico antes de comprar siempre es más barato que arreglarlo después.
No es una garantía absoluta, pero reduce riesgos. Y en el mercado de usados, reducir riesgos es ganar.
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