17 de diciembre de 2025

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¿Los autos de antes duraban más que los actuales? Una discusión que no es tan simple

La discusión sobre la supuesta obsolescencia programada en los autos mezcla nostalgia, cambios tecnológicos y algunas verdades a medias. Los vehículos actuales recorren más kilómetros y requieren menos mantenimiento, pero también dependen de sistemas que no envejecen bien. ¿Durabilidad real o sensación de descarte?

Cuando la industria aprendió a hacerte sentir viejo

En 1924, Alfred P. Sloan, entonces jefe ejecutivo de General Motors, tomó una decisión que cambió para siempre a la industria automotriz: modificar los autos año a año. No era un cambio técnico profundo, sino estético y conceptual. El objetivo era simple y efectivo: que el dueño del modelo del año anterior sintiera que su auto ya estaba viejo.

Esa lógica sembró una forma de consumo que se expandió a toda la industria y que todavía hoy sigue vigente. Con el tiempo, esa rotación constante alimentó una sospecha: la idea de que los autos están diseñados para durar poco y empujar al recambio. No es exactamente así, pero tampoco es un mito completo.

¿Antes duraban más? Depende de qué se hable

Dentro de la industria conviven dos creencias fuertes: que los autos antiguos duraban más y que eran más seguros porque "tenían más hierro". Ninguna es completamente cierta.

Los autos de décadas pasadas eran mecánicamente simples. No tenían electrónica y eso los hacía más tolerantes a soluciones improvisadas y reparaciones artesanales. Con mantenimiento constante, podían acompañar a un dueño durante toda la vida útil que este quisiera darle.

Eso sí: ese "para toda la vida" exigía atención permanente. Revisar la batería, cambiar bujías con frecuencia, cargar el sistema de enfriamiento todas las semanas y convivir con fallas menores era parte de la rutina. No era comodidad, era costumbre.

Seguridad: más chapa no es más protección

La idea de que los autos viejos eran más seguros por tener chapas más gruesas no resiste análisis. El espesor solo sumaba peso y consumo, no protección real. La seguridad depende de la estructura y de cómo gestiona la energía de un impacto.

Un ejemplo claro fue el ensayo realizado por el IIHS al enfrentar un Chevrolet Bel Air 1959 con un Chevrolet Malibu 2009. El resultado fue contundente: el ocupante del Bel Air difícilmente hubiera sobrevivido, mientras que el del Malibu habría salido sin lesiones graves. Más hierro no significa más seguridad.

Los autos actuales: menos mantenimiento, más kilómetros

Hoy la situación es muy distinta. Los autos modernos pueden recorrer miles de kilómetros sin intervención. Los aceites duran más, las bujías superan los 100 mil kilómetros, las baterías son selladas y los sistemas de enfriamiento ya no requieren atención constante.

Problemas habituales en autos antiguos, como la corrosión de la carrocería, prácticamente desaparecieron. Esto explica por qué la vida útil promedio de los vehículos aumentó. Según un estudio de IHS Markit de 2018, la edad promedio de los autos en circulación en Estados Unidos alcanzó un récord de 11,8 años.

También es cada vez más común ver vehículos con más de 200 mil kilómetros. Algunas marcas muestran mejores promedios, y ciertos modelos llegan todavía más lejos sin grandes inconvenientes.

El verdadero límite: la electrónica

Donde aparece el conflicto es en la electrónica. No porque falle rápido, sino porque envejece mal. Algunos componentes están diseñados para durar un tiempo determinado. Los airbags, por ejemplo, pueden exigir reemplazo al cumplir diez años, y en autos de bajo valor ese costo puede volver inviable la reparación.

Ahí sí aparece una forma concreta de obsolescencia: no porque el auto deje de andar, sino porque mantenerlo deja de tener sentido económico.

Además, el hardware electrónico no soporta actualizaciones infinitas. Con el paso del tiempo, las marcas dejan de actualizar sistemas de modelos antiguos, sobre todo cuando ya quedan pocos en circulación. El resultado es un auto funcional desde lo mecánico, pero cada vez más difícil de mantener desde lo tecnológico.

Entonces, ¿duran más o duran menos?

La respuesta corta es incómoda: los autos actuales duran más que antes, pero no envejecen mejor. Mecánicamente son más confiables y requieren menos atención. Sin embargo, cuando el objetivo es tener un auto durante décadas, la electrónica se convierte en el eslabón más débil.

No hay una obsolescencia programada generalizada, pero sí decisiones de diseño que limitan la vida útil práctica. Y ahí aparece la paradoja: nunca fue tan fácil usar un auto durante muchos años... ni tan difícil sostenerlo cuando empieza a quedar fuera del sistema.

Más que una conspiración, es el resultado de cómo evolucionó la industria. Y también de cómo cambió nuestra relación con los autos.

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